Una carta abierta a maestros y atalayas
El andar de los padres y tutores cristianos es en un solo camino, una sola dirección, pero con varios carriles: uno, el carril de maestro, en la instrucción vivencial de la Palabra, otro, el carril de atalaya, en la advertencia y el consejo de los peligros y engaños en la vida. Ambos carriles conllevan enseñanza y entrenamiento. Pablo le dice a Timoteo que debe ejercitarse para la piedad, y en la instrucción a lo largo de sus epístolas, nos enseña que debemos desarrollar nuestro discernimiento y adquirir la sabiduría que proviene de Dios , como también lo escribe Santiago. Así que, somos maestros y atalayas, y es nuestro deber y privilegio instruir a nuestros hijos en el conocimiento de quién y cómo es Dios, qué y cómo es su Palabra y cómo caminar en la vida conociendo a ese Dios, el único vivo y verdadero, honrándole con nuestra mente, palabras y acciones. Y no hay otra forma de comenzar a vivir esa vida que le glorifica si no es a través de Cristo. Estudiar la Palabra, la doctri